Mi hija (19) empezó a ver a un hombre (43) contra nuestra voluntad

Esperaba que Martin hubiera entrado corriendo, pero no lo hizo. Lo observó desde fuera, con las manos cerradas en puños. «Parece que la está entrenando», dijo más tarde. Le temblaba la voz. «¿Entrenándola para qué?» La pregunta quedó sin respuesta, más aterradora que si los hubiéramos visto besarse.

Cada vez que Martin los veía juntos, se decía a sí mismo que conseguiría la prueba, pero nunca llegaba. Hubo algunos flashes: La mano de Graham deslizando un papel por la mesa, su sonrisa brillante y confiada. Pero, ¿dónde estaba la incorrección o los gestos escandalosos? Todo el asunto sólo nos hizo sospechar aún más que la intimidad se presentaba de muchas formas, y no todas visibles.