Mi hija (19) empezó a ver a un hombre (43) contra nuestra voluntad

El primer indicio llegó un jueves lluvioso, cuando Nora no volvió directamente de clase. No le dimos importancia. Al fin y al cabo, tiene diecinueve años. Todos los adolescentes, en torno a esa edad, técnicamente un adulto, tenían derecho a salir con los amigos, desahogarse y hacer lo que fuera que suelen hacer los adolescentes de su edad.

Pero no había empezado ahí. Los primeros signos fueron sutiles. Nora llegaba a casa con la cara iluminada por una luz interior que no podíamos localizar. Empezó a esquivar preguntas, a ofrecer vagas excusas, su sonrisa se desviaba donde antes había invitado. Poco a poco, comprendimos que algo o alguien le estaba dando forma.