Mi hija (19) empezó a ver a un hombre (43) contra nuestra voluntad

Y yo, aunque más suave y menos explosiva que mi marido, no estaba menos asustada. El futuro de mi hija parecía inclinarse hacia un espacio que no podíamos alcanzar. Cada encuentro secreto con el hombre del que se negaba a darnos explicaciones era como una puerta que se cerraba, crujido tras crujido, hasta que nos quedábamos fuera, aferrados a unas llaves que nunca volverían a encajar en la cerradura.

Nuestros temores aumentaban cada día que pasaba. Nora volvía cada vez más tarde, a veces con sobres metidos discretamente en su bolso. Una vez llevaba un libro delgado de tapa dura y cubierta de cuero, claramente nuevo. En otra ocasión, una elegante pluma estilográfica. Es cierto que eran regalos bien pensados, pero no los que suele recibir una chica de diecinueve años.