Aquella noche, cuando las luces de la oficina se apagaron y el zumbido de los ordenadores se desvaneció, Ethan se quedó atrás. Abrió la plantilla de presentación, mirando fijamente la diapositiva en blanco como si fuera un lienzo fresco para la justicia. Por primera vez, crearía el cóctel perfecto para el desastre, viñeta a viñeta.
El plan era elegante en su sencillez. Ethan le daría a Brad exactamente lo que siempre había querido: una cubierta brillante llena de grandes palabras y grandes promesas. Habría dos versiones, indistinguibles por el nombre de archivo, diferenciadas sólo por la sustancia. Una ganaría ascensos. La otra acabaría con carreras. Sonreía sólo de pensarlo.