Un empleado se harta de su odioso jefe y decide vengarse

Para el almuerzo, Brad ya había empezado a delegar. «Ethan, encárgate de los análisis. Claire, pule el diseño. Yo me encargo de la entrega» Su «entrega» solía consistir en una charla en el espejo y media docena de frases hechas ensayadas en el baño. «Tú tienes el cerebro, yo tengo el encanto», declaraba con orgullo.

El equipo intercambió miradas. Todos conocían el patrón: Ethan hacía el trabajo pesado, Brad le ponía su nombre y, de alguna manera, la empresa lo llamaba liderazgo. Pero esta vez, Ethan asintió con perfecta calma. «Claro, Brad. Haré algo inolvidable»