Un perro callejero deja caer una hoja en la tienda todas las mañanas – Un día, el dueño de la tienda lo sigue

Pasaron tres días y seguía sin haber rastro de Lola. Ni mensajes, ni pistas, ni avistamientos que tuvieran sentido. Pedro intentaba mantener la esperanza, pero cada día que pasaba sin que llegara su hojita en la boca se sentía más pesado que el anterior. El silencio se estaba volviendo insoportable.

A la mañana siguiente, Pedro salió de casa más temprano de lo habitual. Con un cartel enrollado en la mano, visitó todas las tiendas cercanas al campus -cafés, papelerías, supermercados- haciendo la misma pregunta: «¿Ha visto a este perro?» Cada respuesta era un movimiento de cabeza, una sonrisa de disculpa, un suave «lo siento, no».