Un perro callejero deja caer una hoja en la tienda todas las mañanas – Un día, el dueño de la tienda lo sigue

Pedro abrió su tienda y el leve tintineo de la puerta resonó en la tranquila calle. Mientras se preparaba para el día siguiente, sus pensamientos se centraban en las horas de trabajo que tenía por delante. El campus, sin embargo, se estaba despertando, y su tienda también.

Pedro había montado su carrito de comida con sólo diecinueve años, un pequeño puesto de perritos calientes a las puertas de la universidad. Con los años, su negocio había crecido hasta convertirse en un punto de encuentro estudiantil. La comida sencilla pero sabrosa, junto con el carácter acogedor de Pedro, convirtieron su carrito en un pequeño imperio en el corazón del campus.