Un perro callejero deja caer una hoja en la tienda todas las mañanas – Un día, el dueño de la tienda lo sigue

Caminó durante más de una hora por los patios de las residencias y las tranquilas aulas, comprobando los lugares donde solía echarse la siesta. Pero no había rastro de ella, ni siquiera un susurro en los arbustos o un destello de pelo en la hierba. Al final, se dio por vencido, con el corazón encogido, y regresó a casa en silencio.

A la mañana siguiente, Pedro abrió la tienda con una inusual opresión en el pecho. Mientras cortaba cebollas y daba la vuelta a las salchichas, sus ojos miraban el teléfono cada pocos minutos. A las once menos cinco, salió a la calle, escudriñándola, deseando que Lola apareciera con su hoja.