Un perro callejero deja caer una hoja en la tienda todas las mañanas – Un día, el dueño de la tienda lo sigue

La encantadora rutina de Lola no tardó en convertirse en un espectáculo en el campus. Los estudiantes que antes pasaban deprisa por delante de la tienda de Pedro ahora se quedaban, ansiosos por ver «al perro que pagaba con una hoja» Los teléfonos salían en cuanto Lola se ponía a la cola, y su pequeño ritual provocaba risas, asombro e innumerables fotos.

Lo que empezó como un momento conmovedor se convirtió en un imán para los negocios. Los estudiantes trajeron a sus amigos para presenciarlo, y muchos más vinieron a por la comida tras ver la actuación de Lola en Internet. Pedro, acostumbrado a gestionar la tienda en solitario, se encontró desbordado de pedidos. Acabó contratando a un ayudante.