Miró a su alrededor, esperando que alguien le explicara qué estaba pasando, pero los alumnos de la fila parecían igual de desconcertados. ¿Estaba enferma? ¿Quería jugar? Buscó pistas en su rostro, pero ella se limitó a mirar, tranquila, segura de sí misma, como si todo aquello fuera normal. Pedro se rascó la cabeza, confuso.
Fue entonces cuando un alumno se echó a reír. «¡Está intentando pagar con esa hoja!», dijo, sacando su teléfono. Pedro se dio cuenta de que Lola había visto a gente pagar con un billete de un dólar. En su cerebro perruno, el billete de un dólar debía de parecerse a una hoja verde. Pedro rió por lo bajo. Sin mediar palabra, cogió la hoja como si fuera un billete de cien y le ofreció una salchicha. Lola la cogió suavemente, moviendo el rabo.