Una mujer descubre un búnker secreto en su patio trasero y lo que encontró dentro la estremeció

Pero hace aproximadamente un mes, algo cambió. Comenzó de forma sutil, apenas perceptible. Volvía a casa de trabajar como voluntaria y encontraba la ventana de su habitación abierta, aunque juraba que la había cerrado. Una cuchara en el fregadero. Una silla ligeramente apartada. Cosas que descartó por olvido.

Luego vino la nevera. En más de una ocasión, al volver encontró el cartón de leche más ligero de lo que recordaba. O la tapa del tarro de mermelada torcida. Se decía a sí misma que estaba imaginando cosas. Que la pena seguía jugando malas pasadas. Que estaba envejeciendo. Pero empezó a dudar.