El material era artificial, pero estaba magistralmente disimulado: una pesada malla de follaje de plástico que cubría un espacio hueco. Desde lejos, se mezclaba perfectamente con las plantas reales. Pero de cerca, se movía con demasiada facilidad, dejando al descubierto un estrecho hueco detrás. Una abertura camuflada, oculta a plena vista.
Rose apartó completamente el falso seto. Bajo él, el suelo estaba aplastado y oscurecido por el uso. Y en el centro del claro, apenas visible bajo una alfombra de hojas y raíces, había una escotilla metálica, desgastada y oxidada. Un panel reforzado incrustado en el suelo, cuadrado y sellado herméticamente: una entrada a algo que había debajo.