Anotó todo en su cuaderno: lugares, horas, cambios exactos de temperatura… Aún no demostraba nada, pero era una miguita de pan que podía seguir para llegar a las respuestas. Cuando terminó, el cielo se había oscurecido hasta volverse de un añil intenso y la casa estaba sumida en la quietud.
En su portátil, los sensores de movimiento parpadeaban a intervalos constantes y la cámara transmitía una zona tranquila del jardín, a la espera de que algo se moviera. Se sentó en el borde de la cama, con el cuerpo cansado, hasta que se quedó profundamente dormida.