Se movió lentamente por la casa, comprobando el pasillo, el baño, el estudio. Todo normal. Hasta que entró en la cocina. Al instante, la pantalla bajó: diecisiete grados. Un descenso de cinco grados. El corazón le dio un vuelco. Volvió al pasillo. Veintidós. Volvió a la cocina. Diecisiete. Una y otra vez, el patrón se mantuvo. No era su imaginación.
Se quedó en el umbral, observando cómo cambiaban los números a medida que cruzaba el espacio. Comprobó cada centímetro del espacio, pero no encontró nada inusual. Nada que explicara el descenso de temperatura. La respiración se le agitó en el pecho.