Una mujer descubre un búnker secreto en su patio trasero y lo que encontró dentro la estremeció

La extrañeza de todo aquello empezó a afectarle al sueño. Se despertaba empapada en sudor, agarrada a la manta, convencida de que alguien había estado en su habitación. Pero el espacio estaba vacío, quieto y silencioso. El único sonido era su respiración entrecortada y el repiqueteo de las campanillas del porche.

Intentó ignorarlo, pero el desasosiego minaba su cordura. Cada cambio inexplicable, cada bocado de comida que faltaba, cada noche inquieta, todo junto empezaba a desestabilizar su calma. Y poco a poco, Rose empezó a preguntarse si el increíble trato que había conseguido con esta casa no había sido suerte después de todo… sino una advertencia que había ignorado.