Un adolescente se enfrenta a la expulsión por tercera vez, ¡y es entonces cuando su madre descubre quién es el nuevo director!

En el pasillo, Diane caminaba en silencio, por una vez sin arrastrar los pies ni bromear. Carol la seguía, mirando los ojos bajos de su hija. El silencio que reinaba entre ellas era incómodo pero frágil, como el cristal nuevo: una palabra descuidada podía romperlo por completo.

Fuera, la luz del sol parecía demasiado brillante. Diane entornó los ojos y murmuró: «Da… miedo» Carol se tragó una respuesta. Lo que quería decir era: No. Es fuerte. Más fuerte de lo que yo nunca fui. En lugar de eso, se limitó a asentir, sujetando ligeramente el hombro de su hija como si temiera que se le fuera a escapar de las manos.