Diane se movió incómoda. «Entonces… ¿no estoy expulsada?» Los labios del director se curvaron débilmente. «Hoy no. Pero tus elecciones deciden mañana» Diane volvió a asentir, esta vez más despacio, con la seriedad sustituyendo a su habitual burla. Por una vez, parecía una niña, no invencible, sino vulnerable, capaz de cambiar.
La reunión terminó con una última mirada: del director a la madre, de la madre a la hija. No había palabras para expresar el peso de lo que había sucedido. Cuando salieron de la oficina, el aire parecía más ligero y más pesado a la vez. El ciclo había quedado al descubierto y romperlo era ahora su carga.
