Los ojos de la directora se suavizaron, aunque su tono permaneció firme. «Los niños aprenden lo que viven. Lo transmiten. Lo veo en Diane. Y lo veo en ti» El espejo era insoportable. Carol parpadeó rápidamente, conteniendo las lágrimas que no había derramado en décadas.
El director se inclinó hacia delante. «¿Te acuerdas de mí ahora?» Carol respiró entrecortadamente. El reconocimiento, que antes era una sombra, ahora se convertía en certeza. Vio a la niña de hace años, la que se encogía detrás de los libros, de la que se burlaban a diario, a la que ignoraban los profesores. Y a sí misma, riéndose a carcajadas. La vergüenza la inundó como agua helada.
