De vuelta a Pine Valley, la historia se hizo viral: «El oso milagroso de Ridgewood», un titular que se negaba a desaparecer. Los periodistas querían imágenes, pero Anika se negó a conceder entrevistas. «No es nuestra historia», dijo. «Es la suya» Aun así, se quedó con una foto: Evan dormido, con la luz del sol en la cara, la paz por fin intacta por el miedo.
Semanas después, Clara, Evan y Anika volvieron a la reserva para contemplar la puesta de sol a través de la valla. «Está ahí fuera, en alguna parte», dijo Clara. Evan asintió. «Sabe que estamos bien» Una brisa se movía entre los árboles, curvando la hierba en ondas lentas. Anika sonrió y susurró: «Vamos, grandullón. Le has traído a casa»
