Clara se arrodilló junto a su hijo y le susurró: «Despídete ya» Evan apoyó la palma de la mano en la barandilla metálica. «Gracias», dijo en voz baja. El oso resopló una vez, profundo y bajo, y se volvió hacia los árboles. Su pelaje captó el sol, destellos de cobre en la humedad. Cada paso sonaba deliberado, sin prisa.
Cuando el bosque se lo tragó, el chico susurró: «Se acordó de mí» Parker exhaló. «Ahora evitará a la gente. Ahora sabe dónde está su verdadero hogar» Martínez dobló su bloc de notas. «Entonces quizá sea suficiente», dijo. Los guardabosques cerraron la puerta. El sonido de los pájaros llenó el claro y la luz sustituyó a las semanas de tormenta.
