Anika se apoyó en el marco de la puerta de la UCI, con la adrenalina por las nubes. A través de la ventana, la caravana volvía a estar quieta, con el único sonido rítmico de la lluvia golpeando su carcasa metálica. Evan dormía plácidamente, ajeno al caos. «Ahora está a salvo», murmuró, sin saber si se refería al niño o a la criatura que había fuera.
Al anochecer, la emisora informó de una confesión completa. Rowe era entrenador de animales en un circo. Decidió secuestrar a su hijo y mantenerlo escondido en el campamento cuando actuaban aquí, con la intención de desaparecer a través de las fronteras estatales. «Le entró el pánico cuando el oso se volvió contra él», contó Martínez a Anika. «Abandonó el campamento a toda prisa. Encontré a Evan por las noticias»
