Todo el mundo se queda helado cuando un oso entra en el hospital con un niño en brazos

Salieron a un pequeño claro ennegrecido por la lluvia y la ceniza. Pronto, el lugar se llenó de focos e investigadores. Los guardas marcaron huellas de neumáticos que descendían por un estrecho camino de acceso. «Furgonetas, varias de ellas», observó Reed. «Se fueron antes de que lloviera. Podría haber sido donde acampó el circo»

Encontraron un pequeño saco de dormir de niño medio quemado, atado con cinta adhesiva en los bordes. La linterna de Reed lo recorrió, revelando algo más oscuro debajo: una cuerda, deshilachada y húmeda, anudada torpemente. «Estaba atado», dijo sombríamente. El oso emitió un rugido grave, casi lastimero, y retrocedió con la mirada fija en la orilla del río.