Los de Control de Animales echaron mano de sus rifles tranquilizantes, pero Parker los detuvo. «Esperad», dijo. «No está huyendo. Va delante» El oso dio tres pasos deliberados hacia delante y se detuvo. Martínez asintió una vez. «Bien. Dejémosle libre hacia el bosque. Sigámosle» La tormenta había amainado.
El convoy salió minutos después: dos coches patrulla, un camión de Control de Animales y un jeep de guardabosques. El oso avanzaba por delante de ellos a través de la niebla y las ramas goteantes, una enorme sombra que se abría paso entre los helechos. Su paso era firme, como si siguiera una ruta que ya conocía de memoria.
