Sin embargo, a pesar del torbellino de interés científico y sensacionalismo, Rohan seguía siendo fiel a su identidad. Seguía siendo Rohan: el granjero que cultivaba la tierra, el hijo que apreciaba a su familia, el amigo que se mantenía firme en su comunidad. La sorprendente revelación no había hecho más que añadir otra capa a su comprensión de sí mismo, un eco silencioso de los secretos del universo susurrando sobre la insondable complejidad entretejida en el tejido de la vida.
La verdad del extraordinario giro de su vida tuvo un profundo impacto en la percepción que Rohan tenía de sí mismo y de su pasado. Volvió a mirar sus viejas fotos y sus ojos se fijaron en el vientre hinchado que había sido objeto de burlas y bromas. Ahora lo veía como un testimonio de resistencia, un vínculo único de hermandad encapsulado en un solo cuerpo. Su conmoción inicial dio paso a una calma reflexiva, a una nueva apreciación del insólito viaje que la vida le había trazado.