La luz reveló docenas de ojos diminutos y brillantes que le devolvían la mirada. Las criaturas, desconocidas e inquietantes, parecían retorcerse y moverse entre las sombras. Takashi apenas podía respirar al darse cuenta de que no estaba solo aquí abajo. La visión de aquellas criaturas, con sus ojos brillando a la luz, le produjo escalofríos. Pero entonces se dio cuenta de algo.
«Hana, tienes que ver esto» La voz de Takashi resonó desde el pozo, mezclada con asombro y una pizca de miedo. Hana se acercó, con el corazón acelerado por la emoción y un poco de miedo. Al mirar en el oscuro espacio iluminado por la linterna de Takashi, se dio cuenta de algo: había movimiento, pequeñas formas que se movían y se parecían a las extrañas criaturas que el oso había traído al hospital.