Giró el dial, pasando por la estática y el rock suave hasta que llegó a una emisora de noticias local. El tiempo. Tráfico. Un segmento sobre una venta de pasteles. Nada de nada. Ni una sola mención al caos que acababa de presenciar, ni noticias de las extrañas formas negras ni de la gente que huía aterrorizada de la playa.
Se reclina en su asiento, con el sudor enfriándose en su piel. ¿Qué demonios está pasando? Se miró la mano que agarraba el volante. El pigmento negro rojizo seguía allí, tenue pero innegable. Se la frotó con el pulgar. Seguía sin dolerle. Todavía no había sarpullido. Pero no había desaparecido.