Placebo, se dijo a sí mismo. Te estás asustando. Pero no podía dejar de tocarse la piel. Se sentía caliente. O tal vez era el sol. O el pánico. Caminó, necesitaba ver la playa, necesitaba una distracción o una señal de que el mundo seguía siendo normal.
Estaba a medio camino del paseo marítimo cuando sonó el primer grito. Luego le siguió otro. La gente señalaba hacia el mar, alejándose de la orilla. Arthur se giró instintivamente y se quedó inmóvil. Ahora eran más.