Se apoyó en el lavabo, respirando con dificultad, mirándose los antebrazos manchados. No sentía dolor. No había ardor. Pero no podía evitar la sensación de que algo se le había metido dentro. Algo extraño. Algo que no estaba destinado a la superficie.
Se envolvió los hombros con una toalla y salió, necesitaba aire. El sol estaba más alto. La playa visible desde su porche estaba más concurrida. Pero algo se agitaba en sus pensamientos. Sentía los brazos tensos. O le picaban. O apagados. Miró hacia abajo. Aún no había enrojecimiento. Ni sarpullido. Sólo… una sensación.