Los bañistas ven cientos de huevos misteriosos en la orilla y se quedan boquiabiertos

Bajó los prismáticos, con los brazos pesados. Tenía la boca seca. ¿Lo había imaginado? No. No, había sido demasiado sólido. Demasiado real. Aún podía sentir la inquietud que le producía. Había algo ahí fuera. Algo que nadie quería reconocer.

Permaneció allí un momento más, con la cálida playa zumbando a sus espaldas entre risas, perros ladrando y conversaciones con el viento a favor. Se sentía completamente desconectado de todo. Era como si el océano le hubiera susurrado algo que sólo él había oído. Sólo él lo había visto.