El oficial vaciló y luego se encogió de hombros, cansado. «Creo que tal vez viste algo inusual. Puede ser. Pero recibimos muchas llamadas. Troncos flotantes, kayaks perdidos, incluso extrañas sombras de nubes. Tomaré nota, pero a menos que alguien esté en apuros…»
Arthur se dio la vuelta, furioso. El pulso le seguía retumbando en los oídos. Necesitaba que alguien viera lo que él había visto. Necesitaba que alguien creyera que era real. Bajó por el sendero de la playa, con las botas levantando arena seca. El corazón le latía con fuerza.