Las palabras se desdibujaron tras las lágrimas no derramadas: reestructuración, métricas de rendimiento, con efecto inmediato. Guardó sus premios en una caja de banco, dejó su tarjeta de acceso en recepción y condujo sin rumbo hasta que las señales de la autopista apuntaron hacia el océano.
Tessa condujo en silencio seis horas hasta llegar a la costa de Oregón, azotada por el viento, desesperada por despejarse después de haber perdido el trabajo y a su prometido en la misma semana. El dolor aún estaba fresco, crudo, como si le hubieran arrancado una parte de sí misma, dejando atrás sólo fragmentos de lo que solía ser.