Tessa trató de sumergirse en el trabajo, pero la angustia se filtraba bajo cada plazo. No cumplió el plazo de revisión de un cliente y se olvidó de reservar el inventario publicitario para un lanzamiento millonario.
Su director creativo, comprensivo pero realista, le hizo una advertencia formal. Cuando Tessa metió la pata por segunda vez -llegó tarde a la presentación porque había estado llorando en el coche-, Recursos Humanos la acompañó a un despacho acristalado y le entregó un paquete de despido.