Su padre dijo que el granero estaba prohibido, pero lo que encontró dentro tras la herencia lo cambió todo

Se marchó antes de que pudieran decir nada más. La grava crujió bajo sus botas cuando cruzó el campo en dirección al granero. El sol bajo derramaba una luz dorada sobre las tablas, iluminando el polvo como motas de oro. A su padre le había encantado este granero. Le echó un rápido vistazo antes de regresar a casa para pasar la noche.

Cuando era pequeña, se la subía a los hombros y fingía que eran caballeros asaltando un castillo. Solía silbar mientras trabajaba, apilando heno como si fueran almohadas. Le enseñó a remendar postes de la cerca y a calentarse las manos en los bolsillos cuando la helada arreciaba.