Diez años antes, Walter y Marie habían cambiado el implacable zumbido del tráfico urbano por la tranquila promesa de la vida suburbana. Su nueva casa estaba en una calle tranquila, rodeada de familias jóvenes y brisas suaves. Era exactamente el restablecimiento que ambos anhelaban después de años de apartamentos estrechos y noches inquietas.
El día que se mudaron, Marie se quedó en el porche respirando hondo, como si estuviera saboreando la libertad. Walter sintió lo mismo. La quietud los envolvió como una bendición y, por primera vez en años, sintieron que habían encontrado un lugar construido para su futuro.
