Entre las páginas había una fotografía descolorida de Henry en uniforme, con el brazo alrededor de su joven esposa, ambos sonriendo a pesar de la guerra grabada en sus ojos. Andrew sintió un nudo en la garganta. No era una historia de crueldad. Era una historia de sacrificio, de una pareja que soportaba cargas demasiado pesadas para una vida normal.
En el fondo del baúl había un fajo de billetes, moneda de distintas décadas, apilados ordenadamente. Una pequeña fortuna, intacta. Y por último, sellada en un sobre con la inscripción «Para Andrew», aguardaba una carta de la mano familiar de Henry. Los dedos de Andrew temblaban mientras se preparaba para desdoblar la última confesión de su tío.