Un hombre hereda una finca: ¡lo que encuentra enterrado en el jardín trasero le deja atónito!

Hundió la pala y la tierra cedió con sorprendente facilidad. Esta vez el ritmo era diferente: hueco y expectante. El suelo olía más rico, más arcilloso, intacto por décadas de raíces. Cada empujón llevaba un hálito de certeza, como si el fantasma de Henry guiara por fin sus manos. La expectación de Andrew crecía con cada palada.

Sin embargo, la duda le corroía. ¿Y si desenterraba algo peor? La idea se le retorció en el estómago. Vio destellos de la figura rota de su tía, el rostro pálido de Henry en su funeral, los murmullos de los aldeanos. Temía que el cofre que buscaba pudiera revelar algo siniestro, no un misterio, una respuesta que destrozaría para siempre la frágil narrativa de su familia.