Abrumados por el gesto, decidieron responder al anciano de inmediato. Le dieron las gracias, describiéndole lo mucho que su regalo significaba para ellos y cómo sería una historia que contarían a su hijo cuando creciera. Incluyeron una foto polaroid de su bebé, con la esperanza de que hiciera sonreír al anciano.
Pasaron los años y James y Maria nunca olvidaron al anciano ni la increíble experiencia que habían compartido. A menudo pensaban en él cuando llevaban a su hijo a la playa, y se sentían agradecidos por la amabilidad de unos desconocidos que había propiciado el nacimiento de su hijo. Sabían que siempre conservarían el recuerdo de aquel fatídico día en la playa.