Con un clic, la caja se abrió y reveló su contenido. En su interior encontraron una impresionante colección de conchas marinas, cada una de un color y una forma únicos, con superficies suaves y frías al tacto. Las conchas brillaban bajo las luces fluorescentes, proyectando un caleidoscopio de colores sobre la mesa. «Son preciosas», susurró María, cogiendo una concha y admirando sus intrincados dibujos.
Entre las conchas encontraron una carta con el nombre y la dirección del anciano. James la abrió con cuidado y empezó a leer en voz alta. «Gracias por su amabilidad y valentía», leyó, con la voz entrecortada por la emoción. La carta estaba llena de agradecimientos sinceros, convirtiendo un momento ya memorable en algo profundamente conmovedor.