Ansiosos por expresar su más sincero agradecimiento, James y Maria recogieron a su pequeño y se dirigieron a la conocida playa donde sus vidas habían cambiado. El aire salado les recibió, mezclado con los suaves gritos de las gaviotas, mientras empezaban a buscar al anciano que tanto les había ayudado.
«Perdone, ¿ha visto a un señor mayor por aquí? Lleva un detector de metales y tiene cara de buena persona», preguntó María a la gente con voz esperanzada. Sin embargo, todos negaron con la cabeza. Nadie le había visto.