Guió a James para que ajustara el carro, haciendo sitio entre los restos para que María se tumbara. Siguiendo sus instrucciones, James sostuvo suavemente a María, asegurándose de que estuviera bien colocada en la camilla improvisada. Con todo preparado, emprendieron el cuidadoso camino de vuelta al vehículo. «No os preocupéis», les tranquilizó el anciano. «Te llevaremos al hospital a tiempo»
Acomodó a María en el asiento trasero, con James a su lado, y el viejo tomó el asiento del conductor. Maniobró hábilmente el coche por las sinuosas carreteras costeras, en dirección al hospital más cercano. Era evidente que María sufría mucho y James, sentado impotente a su lado, sintió una profunda angustia al verla soportarlo.