Eran conscientes del peligro, pero la urgencia era evidente. La idea de que el tiburón se hiciera más fuerte mientras lo ayudaban a volver a aguas más profundas les aceleró el pulso. Se preguntaban si podrían salvarlo antes de que se volviera demasiado poderoso para manejarlo
Bajo la atenta mirada del anciano, James y María pusieron todas sus fuerzas en empujar el carro, y con él al tiburón, hacia el mar. Las olas chocaban a su alrededor, dificultando aún más la tarea mientras luchaban contra la atracción del agua. Podían sentir el frío del océano filtrándose a través de sus ropas, el rocío salado picándoles los ojos mientras empujaban.