Cuando el hombre se acercó, María le informó rápidamente de la grave situación. Sin dudarlo ni un momento, el hombre empezó a limpiar el carro de escombros. «Acerquemos el carro a la criatura y utilicémoslo para levantarla y poder evaluar su estado», sugirió con tono decidido.
Con la ayuda del anciano, James y María consiguieron arrastrar el carro hasta el indefenso tiburón. La criatura luchaba por respirar y era evidente que se había enredado en unas redes de pesca. Juntos, James y el anciano trabajaron con cuidado, enrollando una cuerda alrededor de la cola del tiburón y tirando poco a poco de él hacia el carro que esperaba.