Entonces miró a Ranger y lo comprendió todo en un instante brutal. No le había hecho daño. La había salvado. «Ranger… lo siento mucho», se atragantó. No había tiempo para pensar. Ni tiempo para derrumbarse.
Se apresuró a llevarlos a los dos al coche; ni siquiera recordaba cómo lo había conseguido, sólo que le temblaban los brazos, el peso de Ranger era aterrador y Lily se aferraba a su camisa todo el tiempo. Los metió a todos en el coche, cerró las puertas de golpe y salió de la entrada con el corazón en un puño.
