Dos chicas dejan al camarero una propina de 9,11 dólares; él mira el pedido y comprende la situación

El aparcamiento del motel se había vaciado casi por completo cuando los coches se dispusieron a marcharse. Las luces parpadeantes seguían pintando el pavimento agrietado, pero la tensión se había fundido en algo más tranquilo, algo más cercano al alivio.

Andrew permanecía de pie junto a su traqueteante Civic, con los brazos cruzados, intentando asimilarlo todo. Un agente se le acercó con un portapapeles en una mano. «Sólo una firma más», dijo. «Puedes irte después de esto»