Dos chicas dejan al camarero una propina de 9,11 dólares; él mira el pedido y comprende la situación

«Sí. Apenas. Están cogiendo velocidad» Apretó más el acelerador. Su coche traqueteó en señal de protesta. El todoterreno iba tres coches por delante, deslizándose entre el tráfico como si ya lo hubiera hecho antes. Andrew apretó la mandíbula.

La voz del despachador seguía en su oído, dándole seguridades, pero todo estaba borroso. Sólo podía pensar en la mirada de la chica. En el número. La forma en que había esperado, arriesgando algo, para dejarle aquella señal. Y en que no podía defraudarla.