Dos chicas dejan al camarero una propina de 9,11 dólares; él mira el pedido y comprende la situación

Andrew limpió la encimera a conciencia, aunque no quedaba mucho por limpiar. La superficie ya estaba impecable, pero el movimiento repetitivo le daba a las manos algo que hacer mientras sus pensamientos giraban en espiral.

La cafetería estaba medio llena -música de fondo zumbando en lo alto, platos tintineando, el murmullo sordo de las conversaciones-, pero Andrew se sentía extrañamente desconectado de todo, como si estuviera a la deriva justo fuera del cristal. Antes le gustaba estar aquí.