Justin parpadeó, inseguro de haber oído bien. Las palabras le parecieron pesadas, ajenas. El médico continuó explicándole que el tejido de parte de su páncreas había empezado a morir debido a años de consumo excesivo de alcohol. No era algo que fuera a desaparecer por sí solo.
«Tendrá que operarse», dijo el médico, con voz firme pero no cruel. «Hay que extirpar el tejido necrótico. ¿Tienes familia? Sería un buen momento para decírselo» Justin se quedó mirando al suelo. Cincuenta y seis años y ése era su futuro: aferrarse a la vida con recetas y precisión.