Justin se quedó helado en la sala de espera del hospital mucho después de que Lila se marchara. Las luces fluorescentes zumbaban débilmente, pero todo lo demás le parecía lejano. Su respiración se hizo más lenta, no por la paz, sino por la resignación. El escozor del rechazo no era lo que más le dolía, sino la verdad que lo acompañaba.
Por primera vez, vio lo que era su cobardía. No era confusión juvenil. Ni miedo. Sólo egoísmo, liso y llano. No se había ido porque no pudiera quedarse, se había ido porque era más fácil. Más fácil desaparecer que convertirse en alguien digno de quedarse.