Justin se erizó, apretando las manos. «No sabía cómo hacerlo, Lila. Tenía miedo» Pero la excusa se derrumbó en cuanto salió de sus labios. Lila se levantó. «Nosotros también teníamos miedo», espetó. «Y ella se quedó. Luchó por nosotros cada maldito día. Ni siquiera mereces pronunciar su nombre»
«Hacía turnos de noche, limpiaba casas durante el día y aún así iba a todas las obras del colegio», dijo Lila, con la voz tensa. «Se saltaba comidas para que pudiéramos comer. Vendió su anillo de boda para pagar el alquiler y la escuela. Le dejaste el caos y ella lo convirtió en una familia. Sola» Lila continuó.